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Hay que recordar esta fecha, 12 de Marzo de 2010. La literatura de la naturaleza ha perdido a uno de los grandes “Miguel Delibes”
No sólo se hemos perdido un gran escritor, sino también un defensor “radical” del medio ambiente que supo ver, alertar y comunicar como nadie la necesidad de “frenar el desarrollo” y buscar un equilibro con la naturaleza.

En algún lugar y hace tiempo leí :

"Yo no puedo ver un roble sin acordarme de Miguel Delibes" y “Sin los robles, nos moriríamos”.

Desde entonces, los robles son unos de mis árboles preferidos. En realidad, las especies valen todas lo mismo, pero la especie sobre la que alguien pone una vez sus ojos, para luego hablar de ella de una manera inolvidable, o la describe para los demás en letras de molde: aulaga, perdiz, azulón, engañapastores, robles, adquieren por haber sido dichas de verdad, un valor incalculable.

Puede que esa verdad sea lo más valioso de la Naturaleza.
 Quiero decir que la Naturaleza no valdría nada si nadie se fijara en ella, si no existieran personas que al estar en el campo tomaron nota con el alma y el pensamiento como él lo hizo.
El científico, que cree saberlo todo, se queda, aunque no lo sepa, en la superficie. En realidad, no se entera del todo. Le falta la literatura de la Naturaleza.

Puede que esa literatura, de la que Miguel Delibes era maestro, sea aún más científica porque consigue aprehender lo que a otros, por mucho que estudien o que pasen horas contemplando el paisaje, se les escapa. Es como si el alma viniera ya así al mundo, con el encargo de apuntar lo que existe, lo que es verdad, lo que merece la pena, para que no se vaya todo del todo.
Lejos de ser un don, es una dulce condena, una vida sacrificada a tomar nota de la vida. Por eso, con Miguel Delibes, todos estamos en deuda.

"Anochece en este instante sobre un cielo despejado. Hay mirlos cantando a oscuras en un frutal florecido de blanco. Pero el viento está moviendo las ramas, uno de esos vientos fríos del Norte que se llevan, de un soplo, la vida de la Tierra".

 

Sirva de homenaje a Delibes esta magnífica secuencia de “Los Santos Inocentes”, una secuencia que fue realidad, gracias al amaestramiento de esa grajilla, por Aurelio Pérez, imprescindible colaborador de Félix Rodríguez de la Fuente, ese otro gran divulgador de la naturaleza que falleció 30 años antes, el 14 de 1980, pero curiosamente también un mes de Marzo y dos días mas tarde…
Seguro que los dos están ahora disfrutando de una pasión que les unía; la Naturaleza.

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